¿Quién puede innovar bajo presión?

Poniendo a prueba este concepto, en un workshop que participé en Uruguay hicimos una actividad simple. Sin decir ninguna palabra y en un minuto, los 12 participantes tenían que ordenarse por fecha de nacimiento.
Al enfrentar esta situación diferente uno pensaría que las personas se van a expresar de forma creativa inmediatamente, que podrán idear formas nuevas para comunicarse con gestos, dibujos y expresiones, pero cuando el factor tiempo entra en juego, la gente no toma riesgos y usan sus dedos para comunicarse y definir el orden, juegan sus cartas a lo seguro y la innovación pasa a segundo plano (admito que yo fui el primero en usarlos). El uso de nuestros dedos y manos es básico y primitivo, pero algo cierto y universal.
En interacciones presenciales predomina la comunicación verbal. Si se niega esto, la segunda pasa a ser la escrita, para luego dar paso a la corporal (principalmente el uso de las manos). ¿Cuántas veces, cuando viajamos a un país donde no hablamos el idioma, gestualisamos exageradamente, haciendo una actuación para darnos a entender?
Trayendo esta situación controlada de un workshop, donde no pasa nada si las fechas están equivocadas, al del día a día de una empresa, podemos notar que no se puede esperar mucha innovación de alguien que solo tiene tiempo para hacer cómodamente 5 tareas a la semana cuando le asignamos 8. Al estar enfrentando estos niveles de presión, la persona decidirá ir al método infalible para intentar realizar todo y no tendrá tiempo para cuestionar si lo que está haciendo puede hacerse mejor.
Muchos dirán que cuando la persona se acostumbre a cómo hacer esas funciones podrá tener tiempo para innovar y desarrollar, pero normalmente se entra en una zona de confort y se le asignan más cosas para hacer, obligando a realizar lo que aprendió de forma segura para poder acostumbrarse a las nuevas actividades.
A esa misma persona, ya habiendo perfeccionado todas sus tareas asignadas, se le delegará más responsabilidades, el estrés dejará de ser productivo y empezará a bajar la colina de eficiencia, afectando la productividad, la felicidad laboral, el ambiente y la cultura. Se pasa a ser un espacio donde la mediocridad abundará y los resultados mínimos serán la norma ya que se aprende que le pondran más carga si uno se destaca.
La presión y el estrés en el trabajo no son cosas malas, el problema es cuando no se saben manejar. Si se tiene niveles bajos de las mismas, las personas no tendrán una motivación para lograr sus objetivos, realizaran las cosas de forma cómoda y no intentarán realizar sus tareas de la mejor forma. No hay innovación si no hay necesidad. Pero si sus niveles son extremos, las personas no sabrán cómo administrarse, usando las prácticas “seguras” para intentar ser lo más eficientemente posibles, sin disfrutar lo que están haciendo, llevando a un ausentismo y depresión debido al bajo rendimiento.
Si fomentamos un espacio de innovación donde las tareas que se asignan son implementadas con un plan de acción claramente definido, permitiendo tiempos adecuados para que la persona no solo aprenda cómo hacer una actividad sino que pueda internalizarla y hacerla suya, podremos notar un adecuado manejo de estrés de la persona, garantizando un crecimiento continuo e interés.
Para esto es necesario una comunicación clara, diseñando una estrategia adecuada para los integrantes de un equipo comprendiendo sus capacidades actuales, proyectando resultados futuros realistas y teniendo herramientas adecuadas de medición para comprender el desarrollo no solo de las metas, sino de los procesos y resultados obtenidos.
Sin innovación no hay un desarrollo especial, no se crean elementos llamativos que nos resalten de los demás. La repetición nos permite especializarnos, bajar los costos y tiempos, pero eso es algo que cualquiera puede lograr. Las ideas nuevas son lo que nos diferencia y ponen por encima de otras opciones, no solo para nuestros clientes, sino que también para las personas con las que trabajamos, proporcionando un ambiente fresco donde cualquiera puede ser la estrella que aporte valor a la empresa.
¡¡¡Siéntelo!!!
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